Apriétanos a tu corazón, querida Mamá,
para hacernos contemplar
la subida al Cielo de María
7 de julio de 2020
Meditación del Día
En el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Queridos hermanos, queridas hermanas, la Fiesta está viva, continua y palpitante y hoy también unimos nuestro corazón al Corazón de la Mozuela de Dios, consagrando nuevamente nuestra vida al Corazón de Jesús, al Corazón de María, a Su Corazón, que todo se ha donado por amor de nosotros Sus hijos.
Nosotros te amamos con todos nuestros seres. Nosotros te amamos más que nuestra propia vida. Nosotros te amamos porque Tú nos has enseñado a amar a Dios como nuestro único Bien primario, a amar a los hermanos como nosotros mismos. Sólo así, encarnando a la perfección el Mandamiento del Amor podremos renovar nuestro “sí” en la totalidad para dar fruto, fruto, mucho fruto y dar así alegría a Tu Corazón de Mamá, que mucho se alegra por el amor y la fidelidad de los hijos fieles, y que mucho sufre por la desobediencia, la infidelidad, el desamor, la ingratitud de otros que tras haber mucho recibido, por una nadería, se pierden, frustrando los sacrificios de una vida, frustrando los sacrificios de muchos hermanos que se han entregado por amor de su vida, erigiéndose a jueces, para juzgar y no más amar. Dejemos el juicio a Dios, sin juzgar para no ser juzgados. Mantengámonos concentrados sobre el camino de santidad, preocupándonos de mantenernos fieles para responder “sí” al llamado recibido, sin jamás caer, sino permaneciendo firmes en la fe para poder enfrentar cada prueba, cada dificultad.
Este es un tiempo de prueba para el Misterio de Dios, un tiempo en el cual, con violencia, el enemigo de Dios está llevando su ataque. Así como Jesús dice «el Reino de los Cielos sufre violencia», y así como dice otra vez «sólo los violentos lo arrebatan». Entonces Jesús nos enseña a ser fuertes, a mantenernos firme, vivos, sin jamás caer, sin jamás titubear, sin jamás dudar para no ser trastocados por el fango y por todo lo que proviene del mundo y de los enemigos de Dios.
Sólo permaneciendo en comunión de corazón, alma y espíritu con Cristo Salvador, el Pan vivo bajado del Cielo, todo se podrá superar y vencer. Esta es nuestra Fiesta, que nosotros queremos seguir viviendo unidos al Corazón de esta Madre, manteniéndonos injertados en Su Corazón puro y santo, para poder ser nutridos de Su linfa que dona la vida.
Ella, que ha amado a Jesús como Lo ha amado Su Madre; Ella, que es la síntesis de todos los profetas y de todos los antiguos patriarcas, aún más aprieta todos nosotros a Su Corazón de Madre. Nosotros, que hemos tomado de Sus manos para emprender el viaje que conduce al Corazón del Padre queremos mantenernos unidos a aquellas manos, para dejarnos guiar, para abandonarnos a Su voluntad, ciertos de Su materna presencia, ciertos de Su materna ayuda. Del Cielo ahora Ella nos guía aún más, a fin de que Su y nuestro Misterio pueda proseguir según la voluntad del Padre. He aquí nuestra fe, he aquí nuestra certeza en el Misterio del Dios Niño que jamás caerá, que jamás podrá ser derrotado, a pesar de las dificultades y de los ataques que ahora el mundo está llevando con mucha violencia.
A Ti nos encomendamos, Madre Santa, ayúdanos Tú en este tiempo a contemplar a María, a Su vida, para encarnar Sus virtudes, como has hecho Tú. En este tiempo santo, que hoy da comienzo, ayúdanos a mantenernos concentrados sobre María, para poder vivir desde hoy de manera proficua y santa este tiempo, tiempo de oración y de meditación, tiempo en el cual los hijos de la Madre Iglesia contemplan el ascenso mariano para poder llegar a festejar a María en el Día de su Asunción al Cielo y así poderla celebrar como Reina del Cielo y de la tierra, como Corredentora universal.
A María encomendamos este Santo Misterio. María, protejas a Tus hijos; María, protejas a Tus jóvenes; María, aleja de su corazón toda tentación y toda distracción, haz que en este tiempo sean aún más fuertes y aún más firmes en la fe, para encontrar amparo, consuelo y sostén bajo Tu materno manto. Para encontrar amparo, pedid con corazón sincero “Padre, en Tu Morada quiero vivir, para poderTe servir y amar”. Para encontrar consuelo, despojad de vosotros mismos para revestiros de la Luz que en esta Tierra de Amor se irradia. Para encontrar sostén, soltad todo pensamiento de vuestra mente, para abrir cada vez más el corazón y abandonaros a la voluntad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y todo encontraréis, a fin de que nadie pueda sentirse excluido o abandonado, dejado de lado sino a fin de que todos puedan ser verdaderos protagonistas de este Misterio, verdaderos protagonistas de la vida de María en cada uno, para poder renovar el propio “sí” al llamado recibido y vivir, manifestar y testimoniar el único Amor que hará arder de esperanza, habiendo encontrado aquí, en la Nueva Jerusalén, la única certeza, que es Cristo y María.
En el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.