Después de 40 días Jesús asciende
al Cielo y ya ve la historia futura

21 de mayo de 2020
Meditación del Día

En el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Queridos fieles, hoy es el día de la Ascensión de Jesús. La Iglesia va a festejar el próximo domingo esta gran Fiesta solemne que hoy, en este día, en este jueves, encuentra cumplimiento.

De hecho, hoy se cumplen los cuarenta días después del Domingo de Pascua, durante los cuales Jesús ha permanecido con Sus primeros amigos, los Apóstoles, para ayudarlos, confortarlos y prepararlos en la totalidad para la misión que estaban llamados a desempeñar. Muchos han sido los momentos en los cuales Jesús resucitado se ha manifestado en aquellos cuarenta días, algunos de estos se cuentan en los Evangelios, otros no. Pero Jesús ha estado con Sus amigos, con muchas personas, con muchos niños, confortando, ayudando y llamando hacia Sí muchos que estaban listos para vivir el Paraíso, cuyas puertas fueron abiertas por primera vez por Jesús, gracias a Su Resurrección. Después de haber transcurrido aquellos cuarenta días suspendido entre Cielo y tierra Jesús ha definitivamente subido al Cielo, acogido por todo el Paraíso de fiesta.

Nosotros, hoy, nos unimos a la fiesta de Cielo, en la espera de poder celebrar esta gran Fiesta el próximo domingo con todos vosotros, queridos fieles, con todos aquellos que querrán vivir la Celebración litúrgica unidos a Jesús, Pan Vivo bajado del Cielo, en la viva comunión espiritual de corazón, alma y espíritu que caracteriza esta Iglesia para vivir la Comunión con Jesús Eucaristía en Espíritu y Verdad, y unirnos al Señor para poner en práctica en nuestra cotidianidad Sus enseñanzas: el mandamiento del Amor que nos impulsa a amar todos los días al Señor con todos nosotros, y así amar a los hermanos como nosotros mismos. Éste significa ser cristianos, este significa vivir como cristianos para vivir todo en la simplicidad santa y en la autenticidad verdadera, a fin de que muchos puedan volver a vivir la verdadera religión, cristiana y católica, universal, sin pesadeces, sino que en la ligereza viva que Jesús nos ha enseñado, que María nos ha enseñado, así como fue enseñada a aquellos primeros amigos, los Apóstoles. Una religión ágil, suelta y bella, bella, bella, que vuelve a colocar en el centro el amor por Jesús y por María, el amor por los hermanos que Jesús nos hace encontrar cada día.

Con estos vivos sentimientos, hoy queremos agradecerte, dulce Jesús, por este día santo y te pedimos la gracia de hacernos vivir ya ahora, aquí sobre esta tierra, en esta Morada que Tú has establecido la alegría del Cielo, que en la nueva Jerusalén, Tierra de Amor, ya es. Durante Su subida al Cielo Jesús ha podido contemplar la Tierra de Amor que el Padre Le ha mostrado. En aquel instante el Padre ha hecho ver a Jesús lo que habría estado en los tiempos últimos que aquí nosotros estamos viviendo.

He aquí que Jesús volvió a verse otra vez Niño. Jesús vio a una Mozuela que jugaba en un prado, y vio una Cuna, y vio una multitud acudir y rezar. En aquel instante Jesús ya vio la historia futura, el cumplimiento final que ahora nosotros aquí vivimos y estamos llamados a llevar a cumplimiento, para ayudar a Jesús a completar lo que Él ha empezado ofreciendo la propia vida por amor de todos nosotros Sus hijos.

Hoy nos unimos a María de manera particular, a fin de que Ella nos custodie en Su Corazón puro y santo, para hacernos contemplar con los ojos del Espíritu la gracia del Padre, que aquí ha establecido Su Morada y que aquí nos ha llamado para hacernos vivir ya ahora el Cielo, en este Rincón de Paraíso, donde el Espíritu de Jesús está vivo y camina entre nosotros.

En el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.