Jesús expira para renacer. Muere para resucitar.
Se dona para hacer ser
10 de abril de 2020
Meditación del Día
En el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
“Todo está cumplido”, dice Jesús. El Hijo de Dios expira, para renacer. Muere para resucitar. Se dona, para hacer ser.
En este Viernes Santo, todos nosotros nos paramos para contemplar Jesús, nuestro Jesús, el Hermano Jesús, el Amigo Jesús, el Maestro Jesús, Dio Jesús que se inmola sobre la cruz para nuestra Salvación. “¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?”, se pide y nos pide San Pablo. Jesús se deja tragar por la muerte, no para sucumbir, para vencer y hacernos vencer. Se deja tragar por ella para triunfar y hacer vencer todos Sus hijos fieles que a lo largo del tiempo y con tiempo, siguiendo Su ejemplo y en Su Nombre, han elegido vivir para morir al mundo y renacer y vencer en Cristo Señor.
Jesús de verdad ha muerto. Jesús de verdad ha sufrido toda pena para redimirnos. Muchos no logran comprender el drama humano que en aquellos momentos el hombre Jesús ha enfrentado. Jesús ha sentido un dolor verdadero, indecible, que para muchos habría sido insoportable. Jesús en aquellos momentos, como hombre, ha experimentado y sentido el verdadero miedo, la verdadera angustia, el verdadero desaliento humano. Este es lo que este mundo no puede y no quiere comprender: la naturaleza humana y divina del Hombre-Dios Jesús. Jesús ha sentido el dolor de la traición de un amigo, que Lo ha traicionado después de haber recibido sólo y únicamente amor, en la totalidad. Jesús ha sentido dolor a causa de la traición de muchos, que después de haber sido curados, después de haber recibido muchas señales, en un instante, se Le han vuelto contra; se han dejado vencer por el miedo de aquel poder religioso. Jesús ha sufrido angustia sudando sangre, aquella oración dolorida hecha antes de que fuese capturado. Jesús ha sentido el dolor del flagelo, que ha entrado en Su carne, desgarrando aquella carne. Jesús ha sufrido un dolor lancinante, cuando las espinas punzantísimas Les han lacerado la cabeza, de quien Lo ha coronado escarneciéndolo. Jesús ha sentido dolor llevando la Cruz, subiendo aquel camino que debería conducirLe al Calvario, yendo más allá de todo limite físico de la tolerabilidad humana. Cayendo, pero con dignidad siempre volviendo a levantarse para llegar hasta el fondo a cumplirlo todo, para luego ser traspasado con aquellos clavos, que Le han lacerado manos y pies. Para luego ser levantado sobre la cruz, delante de Su Madre afligida.
Jesús ha soportado y vencido todo esto, todo dolor, moral y físico, gracias a la fuerza de Su Espíritu; aquel Espíritu vivo que Le ha permitido vencer e ir más allá del miedo, de la angustia, y del desaliento humano. Jesús ha vencido gracias a la certeza del amor del Padre, gracias a la certeza que nunca el Padre Le habría abandonado, en aquella dolorida apelación dirigida al Padre – “¿Padre, por qué me has abandonado?”-, Jesús Hombre, en Su humanidad, llama al Padre, busca el Padre, invoca el Padre sabiendo que el Padre aún más allí, en aquel momento, Lo estaba apretando a Sí en Sus brazos santos de Padre Bueno y Santo. Ay de quien instrumentaliza aquella invocación diciendo que en aquel momento Jesús blasfema al Padre, y que aquel sería el misterio. He aquí la perfidia, la maldad, la mentira, de quien es holgazán, de quien está animado por aquel mismo espíritu que entro en Judas, y que procede de otro padre, no santo, malo, maligno – aquel espíritu que ha animado el sumo pontífice y los fariseos del templo, que antes era y que ahora no es más.
Sobre la Cruz Jesús no se ha hecho serpiente, aún peor, diablo – como otros han afirmado. Ni siquiera se ha hecho todo pecado, ni ha llegado a ser feo que provoca asco. ¡Vergüenza! Quien ha afirmado esto no conoce humana vergüenza, sino que manifiesta la naturaleza del proprio espíritu, un espíritu malo, vindicativo, enfadado, por la derrota sufrida en aquel momento de Cruz donde Jesús, dócil Cordero, humilde y obediente a la voluntad del Padre, con Su Sacrificio ha redimido el mundo. Esta es la verdadera historia de Dios que, en aquellos momentos, ha vencido y que nadie ahora podrá cambiar a propio gusto.
Jesús ha vencido el mal y el maligno. Ha vencido todos los hijos del maligno, de ayer y de hoy, en la espera de poder derrotar definitivamente el maligno por la eternidad. Jesús ha bajado a los infiernos, después de aquel momento de muerte, para luego volver a subir y para luego abrir las puertas del Paraíso; abrir y destechar las tumbas de quien estaba esperando aquel momento para resucitar, y vivir por la eternidad. Las tumbas se abrieron, para dejar salir quien, santo, ha podido en aquel momento alegrarse; y para poder nuevamente acoger quien, después de haber combatido al Hijo de Dios, allí se ha hundido para siempre, en aquellas tumbas abiertas, por la eternidad.
En Jesús no se muere, se vive. He aquí el descenso del Cielo aquí, en la Nueva Jerusalén, para completar el Plan de Redención de la humanidad. He aquí, hoy, nuestro participar en aquel momento de dolor, de Cruz, queriendo con esto, con nuestro amor, consolar a Su Corazón. Nuestro amor, nuestra viva fidelidad, sea para Ti bálsamo, querido Jesús. Jamás Te abandonaremos, esta es la promesa que hoy queremos renovar a Tu Corazón, para darTe amor, alegría, consuelo, para poderTe agradecer por este Sacrificio Tuyo hecho para nosotros. Gracias Jesús, nosotros Tus hijos, Te agradecemos y Te adoremos, por haber vencido el mundo, por haber vencido la muerte y, siguiendo Tu ejemplo, queremos seguirte para poder resucitar, ya ahora, en esta vida; para jamás traicionar a Tu Persona, a Tu llamado, y para poderle dar alegría al Corazón de Tu Madre; para no verla llorar nunca más, queriéndoLa consolar y para querer abrazar aquel Padre Santo que Te ha abrazado en aquel momento de Cruz, Te ha apretado a Ti. Y a Ti Padre nuestra viva oración en este día, queriendo unirnos a Tu Jesús en la totalidad.
Ayúdanos Padre, a ser fieles como Jesús ha sido fiel. Dónanos Tu fuerza, para poder vencer el mal y todos sus hijos, para poder consolar Tu Corazón y llevar esta humanidad a la victoria, en Cristo, con Cristo, por Cristo. Tu viva bendición hoy Padre baje sobre nosotros, sobre el mundo entero, para poder hacer que todos puedan volver a Ti, en Jesús, con Jesús, por Jesús.
En el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.