La Transfiguración de Jesús,
erdadero Hombre y verdadero Dios, Uno y Trino

6 de agosto de 2020
Meditación del Día

En el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Queridos hermanos y queridas hermanas, grande es la Fiesta que hoy celebramos, la Fiesta de la Transfiguración de Jesús. Jesús sube sobre el monte santo para rezar y de repente, por voluntad del Padre, se manifiesta a los hombres en Su naturaleza divina. Los ojos de carne de Pedro, Santiago y Juan logran ver, contemplar por la particular gracia que Dios se les concede, Jesús-Dios; no sólo Jesús Hombre, verdadero Hombre, Hermano, verdadero Hermano, Amigo, verdadero Amigo que camina todos los días con Sus amigos; sino Jesús, Dios, el Hijo del Dios viviente, el unigénito Hijo generado por el Padre antes que el tiempo fuera, Jesús, aquella parte del Corazón del Padre que se ha hecho carne y ha venido a habitar entre nosotros.

Jesús se manifiesta en Sus vestiduras blancas y deslumbrantes, de Luz, aquella Luz que Lo envuelve porque Le pertenece; aquella Luz que desgarra el velo de los ojos de Pedro, Santiago y Juan y les permite contemplar al Maestro en toda Su esencia y sustancia de verdadero Dios, bajado del Cielo para hacer vivir el Cielo sobre esta tierra a todos aquellos que Lo reconocen y que quieren amarLo, seguirLo, vivirLo.

He aquí la Fiesta de los hijos de Dios, que juntos a Pedro, Santiago y Juan contemplan a Su Señor, que transfigurado habla con Moisés y Elías de las cosas futuras y de lo que habría pasado en Jerusalén, la ciudad símbolo y centro de la religión del tiempo. Moisés el liberador, aquel que libera al pueblo elegido de la esclavitud; Elías, aquel que mata los falsos sacerdotes que han engañado y alejado al pueblo del culto del verdadero Dios y reconduce todos a adorar al único Dios.

He aquí que su acción culmina y se cumple definitivamente en Jesús, Jesús, Aquel que es Camino, Verdad y Vida. He aquí entonces el Espíritu de Elías y de Moisés que procede en la historia para socorrer, ahora como entonces, a los hijos de Dios. He aquí el Espíritu del unigénito Hijo que procede en la historia, que se aleja de la ciudad símbolo de la religión del tempo, para manifestarse en la Nueva Jerusalén, sobre el Monte Santo elegido por el Padre para liberar definitivamente a Sus hijos de la esclavitud del mundo y del engaño de quien ha traicionado el unigénito Espíritu de Cristo para adorar a otro y otros.

«Maestro, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». Pedro no comprende bien, pero profetiza sobre lo que habría pasado. He aquí porque habla de las tres tiendas. Sobre este Monte Santo el Padre ha establecido “la” Tienda, donde habita Dios Uno y Trino, y donde habitarán todos aquellos que quieren mantenerse fieles a Cristo, el Dios Uno y Trino; Aquel que es Camino, que ha conducido el pueblo sobre el camino de la salvación; Aquel que es Verdad que ha desenmascarado la mentira de los falsos sacerdotes; Aquel que es Vida, Aquel que salva, el Salvador del mundo.

Sí, hermanos, bueno es estar aquí. Venid, para habitar en este lugar santo; venid, para ser aliviados en lo íntimo de los pesos y de la cotidianidad que aplasta y habitar en la tierra donde corre leche y miel, para abrazar este llamado, incomoda para quien ama todo lo que es mundo, pero regenerativa y gratificante para quien ama a Dios sobre todas cosas.

Aquí la presencia del Padre es tangible, aquí la voz de Dios habla al corazón de Sus hijos, que escuchan Su voz, que escuchan la voz de Jesús, el Hijo de Dios, el Elegido. Y quien escucha aquella voz, la guarda en el corazón, como Pedro, Santiago y Juan han hecho, custodiando y guardando todo en el propio corazón, guardando todo para sí mismos, así como ha hecho María, Aquella que ha custodiado y guardado todo en el propio Corazón.

María, María, María. Este es el tiempo de la Ascensión mariana. En María, con María y por María saboreamos hoy la Fiesta de la Transfiguración de Su y nuestro Jesús, a fin de que todos vean y crean que aquí Jesús ha bajado del Cielo para conducir todos Sus hijos a la Pascua eterna, donde la muerte será derrotada para siempre y los hijos de Cristo y de María vivirá por la eternidad.

Al hacerlo, nos preparamos desde ahora a vivir la Fiesta de las fiestas, el Día en el cual María es asumida al Cielo, en el cual María, en alma y cuerpo, es asumida al Cielo. Y el Cielo espera, ha esperado este día, y ha festejado, la más grande fiesta donde todo será llevado a cumplimiento, en Cristo y en María.

En el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.