La unidad espiritual de la Madre Iglesia
centro de todos y de todo
6 de julio de 2020
Meditación del Día
En el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Queridos hermanos, queridas hermanas, seguimos hoy viviendo con viva alegría la Fiesta del regreso de María Giuseppina Norcia en el Corazón del Padre, en este triduo de Fiesta que nos acompaña y que nos dona Paz, Alegría, Amor, Luz y Santidad.
La Fiesta está viva, y abraza el Cielo y la tierra, así como nuestros corazones deben estar vivos, a fin de que nada y nadie pueda arruinar nuestra Fiesta, turbar Su Fiesta, la Fiesta de la Obediencia viva de Aquella que es para nosotros Madre en el espíritu, que nos ha regenerado a vida nueva en la Pequeña Cuna del Niño Jesús y que ahora, del Cielo, nos guía para conducir todos a la santidad y a la victoria.
Como hijos buenos, obedientes y fieles, queremos dar alegría a Su Corazón de Mamá. Toda mamá se alegra cuando ve que entre los hermanos hay concordia, amor y armonía; toda mamá sufre cuando ve que la armonía falta, el amor falta. He aquí, entonces, que hoy, como hijos buenos y obedientes, queremos dar sólo alegría a nuestra Mamá, agradeciéndoLa y demostrándoLe en la cotidianidad que hemos aprendido Sus enseñanzas y que queremos ponerlas en práctica; que queremos poner en práctica toda virtud Suya, permaneciendo unidos los unos a los otros en la oración y en la fraternidad, como Ella siempre nos ha enseñado, sin distracciones, sin replanteamientos, sin dudas sino con el corazón vivo, vivo, vivo.
He aquí la Iglesia, Una, Santa y Universal. He aquí los miembros del único Cuerpo místico, que están unidas las unas a las otras para ser en Cristo, con Cristo y por Cristo. He aquí la Fiesta, he aquí la alegría viva, rebosante que hoy vivimos, aunque experimentando aquellos tiempos duros y difíciles a los cuales la Mozuela de Dios nos ha, más veces, preparado, que ahora vivimos en la totalidad. Precisamente porque los estamos viviendo, estos tiempos duros y difíciles, ahora tenemos que ser fuertes para alejar todo mal, para alejar el enemigo de Dios y toda tentación, para ser ahora aún más santos, fieles, obedientes, leales, así como fuerte, obediente, fiel y leal es nuestra Mamá.
Esta el la alegría que hoy queremos donar a Su Corazón; este es nuestro quererLe decir “gracias”, encarnando el ejemplo de santidad, de oración y de fraternidad que Ella nos ha transmitido, manteniéndonos unidos y fieles, en cada familia, Iglesia domestica, en cada comunidad local, a fin de que el amor y la armonía venza sobre todo lo que es mal, sobre todo lo que es mundo, sobre todo lo que el enemigo de Dios quisiera llevar para atacar esta Madre Iglesia, llevando maledicencias, engaños, para que muchos puedan caer después de muchos años de camino. No, hermanos queridos, este es el momento de ser fuertes y tenaces, constantes y perseverantes, unidos más que nunca, para alejar el enemigo de Dios, todas sus insidias, para poder – como nos ha enseñado Jesús – ir siempre adelante. «Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios».
Nosotros hemos sido llamados aquí, en la Nueva Jerusalén, donde el Reino de Dios es. He aquí nuestro vivir hoy la Fiesta; he aquí nuestro querer poner en el centro de todo y de todos la unidad espiritual de la Madre Iglesia, a fin de que esta unidad indivisible e impenetrable sea para todos fuerza y coraje, voluntad, sapiencia y santidad, para poderla transmitir a todos, esta unidad, hacerla vivir y practicar en la totalidad.
Este es el corazón de la espiritualidad que vivimos en este 5 de julio, para avanzar y vencer, a fin de que los sacrificios de muchos puedan dar fruto, mucho fruto, a fin de que cada llamado pueda dar fruto, mucho fruto, aunque en la diversidad de los llamados y aunque en la diversidad de los carismas donados.
He aquí que al hacerlo no hará espacio para ninguna duda, para ninguna incerteza, sino que juntos nos erigiremos aún más unidos a nuestra Mamá para decir: «Te amo, Jesús, te amo mucho; me encomiendo a Ti, no me dejes sola. Haz de mi lo que Te agrada: hágase Tu voluntad». Uno para todos, todos para uno.
En el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.