La virtud de la Humildad
29 de junio de 2020
Meditación del Día
En el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Hoy quiero hablaros de la virtud de la Humildad, que está estrechamente ligada a las virtudes de la Obediencia y de la Pureza.
Quien quiere ser humilde, debe necesariamente ser puro; así como quien quiere ser puro, debe necesariamente ser obediente. Y la Humildad es la fase central de las virtudes de la Obediencia y de la Pureza. Siguiendo el humilde ejemplo de la Santa Familia, la virtud de la Humildad podrá volver a ser centro de la vida de muchos. La humildad y la viva fe en Dios de San José, de María Santísima y del Niño Jesús son hoy de gran ejemplo y gran consuelo para nosotros. Así como es consuelo para nosotros el ejemplo vivo de María Giuseppina Norcia, que ha tenido y tiene el privilegio de conocer en lo íntimo, esta Mozuela de Dios conoce bien el significado profundo de la virtud de la Humildad, habiéndola Ella encarnada a la perfección. En Su Corazón puro y santo la humildad siempre ha estado viva, así como viva siempre ha estado Su fe en Jesús y Su infinita confianza en la oración. Este es lo que nos enseña el vivo ejemplo de la Mozuela de Dios, que en la alegría y en la serenidad, ha guiado todos los días a la humildad todos los hijos encomendadles por el Señor, sin jamás dejarse aplastar por la ansiedad y por la pesadez de la cotidianidad, sino que manteniendo siempre con vida la armonía y la lucidez, tal de cumplir cada día la voluntad del Padre.
La Humildad no se debe confundir ni con la condescendencia ni con el acatamiento. La Humildad siempre hace vivos, y caracteriza aquellos que quieren vivir en Cristo y María a la perfección, esforzándose por hacer todos los días la voluntad del Padre con generosidad, de la mejor manera, sin guardarse nada para sí mismos, sino donándose sin medida por amor del Señor.
La virtud de la Humildad está también unida a la virtud de la modestia y de la rectitud. Quien practica la humildad con sinceridad de corazón está naturalmente predispuesto a la modestia, y no tendrá dificultad a ser recto. La Humildad se opone y contrasta la soberbia y la vanagloria que, en cambio, caracterizan aquellos que tienden a dominar sobre el prójimo.
La Humildad es hija de la caridad y en la oración continua esta virtud crece aún más. El alma lleva gran bienestar de la oración, que luego se transmite a la miente que, sacando beneficio, irá más y más en búsqueda del silencio y de la contemplación, favoreciendo así el acrecentamiento de la virtud de la humildad en todos aquellos que desean imitar a Cristo y a María, para llegar a ser muchos pequeños Jesús y muchas pequeñas María. Este es lo que ha hecho la Mozuela de Dios, que hoy nos impulsa, con Su vivo ejemplo a practicar esta gran virtud, que es base y fundamento para cada cristiano.
Quien no aprecia y no busca la Humildad con todas las propias fuerzas, nunca podrá ser verdadero discípulo ni de la Madre, ni del Hijo, sobre todo en estos últimos tiempos donde está en acto la más grande batalla entre aquel que, lleno de egoísmo y de soberbia se ha rebelado contra Dios, y aquellos que, deseosos de permanecer pequeños para el mundo, no han vacilado en dejar todo tal de abrazar el Tesoro más grande, que habita en la Nueva Jerusalén: Jesús, el Rey humilde y apacible, que aquí nuevamente ha bajado para vencer este mundo.
Quien quiere ser humilde, se encomiende hoy a la intercesión de la Mozuela de Dios, Aquella que en Su humildad ha ayudado a muchos, con amor y oración, a volver a encontrar el Camino, a abrazar la Verdad, a fin de que muchos en el día establecido por el Padre puedan merecer heredar la Vida eterna.
En el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.