La virtud de la Obediencia

27 de junio de 2020
Meditación del Día

En el Nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo.

Hoy, junto a vosotros, quiero meditar sobre la virtud de la Obediencia, la virtud que ha caracterizado la vida entera de María Giuseppina Norcia y que ha caracterizado el 5 de julio de 2008, la Fiesta de la Obediencia viva, cuando Ella, en obediencia al Padre, ha renovado Su “Sí” por última vez, cumpliendo hasta el fondo la voluntad del Señor.

La obediencia es una gran virtud, que cada hijo de Dios tiene que saber encarnar y hacer propia. La verdadera obediencia se cumple en la libertad y en el amor, como ha hecho Jesús hacia el Padre. El Padre nunca ha obligado a Jesús a que Le obedeciera, Lo ha invitado a hacerlo, Lo ha invitado a cumplir hasta el fondo Su voluntad y Jesús, en la libertad y por amor, todo se ha donado al Padre Santo. Así ha hecho la Mozuela de Dios, que siempre se ha mantenido fiel a Jesús, obedeciendo bien y pronto a toda petición Suya, amando y deseando cumplir con la voluntad de Su Señor con toda sí misma.

Nunca Ella ha desobedecido al Señor, ni siquiera cuando algunos hombres habrían querido forzarla a renegar, en el nombre de Dios, de lo que Dios mismo Le había pedido anunciar y proclamar al mundo entero. La Mozuela de Dios ha sido fuerte, manteniéndose fiel y obediente a Dios, incluso a costa de ser despreciada por los hombres, por aquellos hombres. Pero quien La ha conocido, desde aquel momento, La ha apreciado aún más.

Quien todo hace por amor de Dios, quien vive para mantenerse fiel a Dios, quien desea obedecer a Su voluntad no teme ni el juicio ni el desprecio humano. Quien se dona a Dios por amor, y en la libertad, no retracta el don hecho a Dios, sino que agradece a Dios todos los días por el llamado recibido, deseando mantenerse a Él fiel para hacer cada día Su voluntad, cueste lo que cueste.

Todos estamos llamados a rendir cuentas a Dios, así como hicieron los Apóstoles Pedro y Juan, que se mantuvieron fieles a Dios y frente a las acusaciones de los sacerdotes de aquel tiempo han manifestado la Verdad, proclamando querer obedecer primero a Dios, y luego a los hombres.

La virtud de la Obediencia está estrechamente ligada a otras dos virtudes: la de la pureza, y la de la humildad. No se puede, de hecho, ser obedientes si uno no es puro, y la humildad es la fase central de las otras dos virtudes. Quien, entonces, quiere ser puro debe primariamente aprender a ser obediente. Hay que ejercitar el espíritu todos los días, practicando la virtud de la obediencia, empezando por las pequeñas cosas de la cotidianidad, para luego poder llegar a vivir la pureza en la totalidad. Quien, en vez de obedecer a Dios, prefiere obedecer al propio yo, prefiere escuchar el propio ego, difícilmente logrará ser puro, y difícilmente logrará ser humilde. Pero quien, con amor y en la libertad, sabrá practicar con docilidad la virtud de la Obediencia experimentará la alegría y el candor de vivir en la pureza santa, que libera el corazón de toda codicia, de toda malicia, y de todo deseo humano.

Este es el ejemplo que nos ha donado María Santísima, y este es el ejemplo que nos ha donado y que todavía nos dona la Mozuela de Dios, que siempre ha obedecido en la libertad y con amor a Jesús, manteniéndose pura, pura, pura en la totalidad.

Jesús nos enseña que vivir en la obediencia es ver en los responsables Su autoridad, que es sobre todo ayuda para crecer. Jesús quiere ayudar a Sus hijos, ahora como entonces.

La Mozuela de Dios nos obtenga la gracia, hoy, de ser obedientes a Jesús en la perfección, así como Ella ha hecho a lo largo de toda Su vida y, al hacerlo, practicando la virtud de la Obediencia, por consiguiente deseando ser puros en el corazón y deseando permanecer profundamente humildes, todo se podrá hacer por amor del Señor, por amor del Señor y por amor del prójimo, así como la Mozuela de Dios nos ha enseñado a lo largo de toda Su vida.

En el Nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo.