María se inmola para unirse a Cristo.
No más dolorida sino Reina y Corredentora
3 de abril de 2020
Meditación del Día
En el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo
Queridos hermanos, hoy en este día, en muchos cristianos está viva la devoción a María Santísima de los Dolores. En este viernes que precede el Domingo de Ramos, de hecho, muchos celebran el viernes de pasión de María, para juntar la pasión de la Madre a la del Hijo que se celebra el Viernes Santo.
En este día los dolores de María están puestos en el centro de la meditación de muchos. En esta tradición antigua los cristianos quieren pararse para contemplar al dolor y a la pasión de María, que unida al Hijo se inmola para la salvación de la humanidad. Jesús y María unidos en todo. Desde el comienzo hasta el final, en la alegría y en el dolor, para dar comienzo al Misterio de Salvación y Redención querido por el Padre.
La pasión de María, unida a la del Hijo, siempre ha estado viva. María ha muerto al mundo para dar a la luz el Hijo, para llevar todos en Cristo, con Cristo y por Cristo a la Salvación. María nos enseña como se muere al mundo para resucitar en Cristo. María nos enseña como abrazar aquella Cruz que ilumina el mundo, donde está el llanto y la alegría, la muerte y la resurrección. María nos enseña a mantener con vida en nuestro corazón el sacrificio hecho para nosotros, a fin de que permanezca siempre en nuestro corazón. El sacrificio que Tú, Jesús, has querido con Tu crucifixión, para que pueda ser ejemplo inolvidable para nosotros.
He aquí la oración revelada por la Virgen a María Giuseppina Norcia, en el entrelazo de amor y de corazón entre María Santísima y Aquella que ha encarnado en vida Sus virtudes, Aquella que es Madre para nosotros en el espíritu, Aquella que nos ha ayudado a renacer de lo Alto, en el Espíritu, aquí en la Nueva Jerusalén. Viva debe ser nuestra devoción a María, Aquella que en el Hijo, con el Hijo y por el Hijo se ha inmolado, y así para todos Sus hijos.
María, en estos tiempos, nos ayuda a penetrar el Misterio de la Cruz, a hacerlo vivo. María ha abrazado la Cruz, sin jamás renegar del propio llamado. Quien, en estos tiempos, enseña que María bajo la Cruz hubiera pensado que habría sido engañada por el Padre, que el Padre le habría dicho mentiras, no es de Dios. Quien ahora no honra a María con los títulos que Le son propios, sino que quisiera hacer recordar a María solo como discípula y madre de Jesús, no es de Dios.
Éste también hoy se ha dicho, por quien ya en pasado, hablando de María, apostrofándoLa como mestiza, ha dicho de María que Ella es sólo discípula de Jesús. Entonces, lo que se ha dicho hoy, ya se había dicho en pasado y de error en error, se persevera, queriendo desclasar a María a simple discípula de Jesús.
Para los verdaderos cristianos María es todo. María es el Misterio. María es la Obra más bella del Creador. María es la toda bella. María es la toda pura. María es la Madre de Dios, la Inmaculada, la Madre Universal de todos los vivientes, la Reina del Cielo y de la Tierra, Aquella que es Asunta al Cielo en alma y cuerpo, la Corredentora Universal, Aquella que unida al Hijo salva. Otra cosa que decir, así como hoy se ha dicho, que María no es una “casi corredentora” o “corredentora”, queriendo rebajar el papel de María en el Plan de la Salvación del Padre. María es el Tabernáculo del Espíritu Santo de Dios, la Morada del Espíritu Santo de Dios. Los hijos de María están animados por el mismo Espíritu de la Madre, el Espíritu que procede del Padre y del Hijo.
Quien no aprecia y deshonora a María está animado por otro espíritu, que no es el Espíritu Santo contenido en María Tabernáculo, que no es aquel Espíritu que procede de Dios Padre Todopoderoso y del Hijo Jesús. Es otro espíritu, enemigo de María y de Sus hijos.
Hoy y siempre, los hijos de esta Madre Iglesia honrarán a María con todo el corazón, con toda el alma y con todo el espíritu, como hicieron los grandes santos y mártires de la cristiandad. Así como ha hecho aquel que ayer hemos recordado, Juan Pablo II, que ha hecho del amor por María su lema: Totus Tuus, todo tuyo.
En comunión con los santos y los mártires del Cielo, nosotros hoy decimos: «María, todo por Ti y por Tu Jesús. Y como ha sido revelado por Dios a María Giuseppina Norcia hoy renovamos a Ti Madre querida nuestra promesa, una promesa de amor, diciéndoTe juntos: “Yo te consolaré Yo te consolaré y, por cuanto me sea posible, Te haré conocer y amar de todos aquellos que no te aman, consolando, así, Tu Corazón Inmaculado. ¡En Ti confío, en Ti espero y a Ti sólo quiero amar!”»
María Santísima, Reina del Universo y Corredentora Universal, nos bendiga hoy de manera particular, a fin de que Su Corazón no sea más dolorido, sino que sea consolado del amor de todos nosotros, Sus hijos.
En el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo