Unidos a María y a Santa Ana
para manifestar la Madre Iglesia
25 de julio de 2020
Meditación del Día
En el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Queridos hermanos, queridas hermanas, es con viva alegría que vivimos este momento de oración y de meditación, en este día en el cual honramos al Apóstol Santiago y estamos a punto de vivir la fiesta de Santa Ana, esta gran santa que ha acompañado a María, la Madre de Dios, para poder vivir y hacernos vivir la santidad.
Hoy nos unimos los unos a los otros, a María y a Su Mamá, para poder vivir la gracia y poder así unirnos a nuestra buena y tierna Madre para encontrar refugio, amparo y descanso en Su Corazón puro y santo, fiel y sin mancha.
En María la Madre Iglesia se reúne, como los Apóstoles, que se reunieron entorno a la Madre en la hora oscura, en la hora de la prueba, en la hora de la cruz. Se apretaron entorno a Aquella que es Madre, para recibir fuerza y coraje, para afianzar la propia fe en el Salvador, en Aquel que todo puede, en Aquel que ha mantenido toda promesa, en Aquel que ha vencido la muerte, toda muerte, sacrificando la propia vida para donar a todos la Vida eterna, para conducir todos a la eterna victoria. Estos son los sentimientos que hoy nos animan; estos sentimientos que animan el camino de la Madre Iglesia en este tiempo de Ascenso mariano.
He aquí por qué nos apretamos hoy aún más fuerte los unos a los otros a María, abrazando con alegría la Cruz de Luz que se recorta en el Santuario de la Divina Misericordia. No más una Cruz que aplasta los hijos de Dios, sino que una Cruz, la Cruz, que conducirá los hijos de la Madre Iglesia a la eterna victoria, ciertos y seguros de la presencia de Jesús que jamás abandonará nosotros Sus hijos, avanzamos. “Soy yo, no temáis”, nos dice Jesús. Y así, aferrándonos a las palabras de nuestro amado Jesús, nada debemos temer, nada y nadie, sino que con la cabeza alta y con orgullo avanzamos para superar toda prueba, para derrocar toda calumnia y maledicencia.
Ánimo, hermanos, unidos los unos a los otros para manifestar los miembros de este Cuerpo místico que es Iglesia Cristiana Universal de la Nueva Jerusalén, a fin de que cada miembro pueda sentirse vivo y manifestar la propia vitalidad, manifestando la Madre Iglesia, manifestando la gana de santidad que caracteriza cada hijo que quiere vivir Dios como único Bien Primario. En María, con María y por María.
En el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.