Como has hecho tú, enséñanos a amar primero
a María y así a Jesús
18 de marzo de 2021
Víspera de Fiesta Solemne de San José
Meditación del Día
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Queridos hermanos y queridas hermanas, ya ahora vivimos la fiesta litúrgica de San José, una fiesta solemne que tanto es querida a nuestra Iglesia. Festejamos a San José, honorándolo de los títulos que hemos querido tributarle en el Decreto Pontificio del 25/03/2019 titulado “Glorioso San José”, con el cual se establece que San José sea venerado no sólo como custodio de la Sagrada Familia y Patrono de la Iglesia Universal, sino también como Custodio de la Pequeña Cuna del Niño Jesús, Custodio de la cristiandad, y Patrono de cada familia.
Si, San José, de hecho, es Custodio de la Sagrada Familia, cuya sacralidad y ejemplo son, hoy, olvidados para muchos. Si, San José es Patrono de la Iglesia Universal, que ahora revive en esta Iglesia, sobre la cual los infiernos jamás prevalecerán, porque jamás será malvendida la fe en el Hijo de Dios y jamás se descartará la Piedra llegada a ser cabeza de ángulo, jamás será descartado el sacrificio salvador del Hijo de Dios.
Pero San José es también custodio de la Pequeña Cuna del Niño Jesús, centro de la infinita misericordia de Dios, casa del Niño Jesús, que en esta Tierra de Amor habita, que en esta Tierra de Amor ha puesto su Tienda para manifestarse al mundo y aunar en la Nueva Jerusalén, único Tabernáculo de Dios, todas las gentes.
San José es, además, custodio de la cristiandad que, aunque atacada en estos últimos tiempos por el espíritu maligno como nunca antes había pasado, jamás sucumbirá sino vencerá el maligno, vencerá el maligno, vencerá todos sus seguidores, vencerá todos aquellos que han traicionado a Jesús, postrándose a los ídolos y apostatando de la única Verdad que salva. Con su bastón San José se erige para defender al Hijo y a sus enseñanzas.
San José es Patrono de cada familia, que ahora es insidiada más que nunca. En la familia cristiana debe reinar la santidad y la armonía y el perfume de amor entre esposo y esposa, entre padres e hijos y este amor y esta armonía tienen que inebriar toda la casa, debe inebriar todo y todos, a fin de que la familia querida por el Padre, en la unión entre el hombre y la mujer, sostenga y haga vencer esta sociedad que odia a la familia que está haciendo todo para destruirla, no sabiendo que destruyendo la familia se acaba por destruir la entera sociedad civil.
Rogamos a San José. Encomendamos a su corazón, para ser protegidos y a fin de que Él, con su intercesión, nos obtenga toda gracia. Nosotros, padres, estamos llamados a imitar sus virtudes: amando y respetando a nuestra esposa, como ha hecho San José; amando, protegiendo y ayudando a crecer los hijos, como ha hecho San José; defendiendo a la familia con todas las propias fuerzas; defendiendo la cristiandad que Jesús, José y María nos han donado; defendiendo la nueva Alianza que aquí el Padre ha renovado en el Niño Jesús, bajado nuevamente del Cielo para conducir esta humanidad, presa de la indiferencia y de la apostasía, a la salvación. Ahora como entonces San José nos indica el Camino, que pasa primero por acoger, amar y vivir María para luego acoger, amar y vivir Jesús en la perfección. Este es el recorrido hecho por José. Y este es el recorrido que todos nosotros queremos seguir. Sólo consagrando la propia vida a María se podrá ser totalmente en comunión con Jesús y participar al Plan de Amor y de Redención del Padre para la salvación de todas las almas. Amando a Cristo el Redentor y amando a María la Corredentora se podrá vivir la verdadera comunión con el Corazón del Padre, que aquí, en la Nueva Jerusalén, manifiesta su rostro de verdadero Hombre y de verdadero Dios, Uno y Trino, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Glorioso San José, nos encomendamos a ti. Siguiendo tu ejemplo ayúdanos a ser atentos y listos, humildes y fuertes, dóciles y determinados, obedientes y santos, siempre listos para hacer no nuestra, sino la voluntad del Padre. Con tu bastón guíanos, para amar a María y Jesús como tú los amas. Con tu bastón protéjanos, alejando el maligno y toda tentación. Y con tu bastón conduzca todos en la Nueva Jerusalén, indica a todos el camino donde el Niño divino todos espera y esperará para conducir todos en el Corazón del Padre, morada eterna de Amor y Vida. Y así sea.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.