La defensa del derecho al trabajo justo y equitativo,
Para servir a Dios y amar a la familia
1 de mayo de 2021
Fiesta de San José Trabajador
Inicio del mes de la devoción a María Santísima
Meditación del Día del Pontífice Samuele
En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Queridos hermanos y queridas hermanas, vivimos hoy este día con gran alegría. Celebramos a San José trabajador y celebramos el inicio del mes de la devoción a María. Otra vez más San José y María Santísima acompañan así nuestro camino y nos donan su ejemplo, a fin de que cada uno de nosotros pueda imitar a sus virtudes, y siguiendo su ejemplo, pueda amar y servir a Jesús en la totalidad.
San José y María han hecho de su normalidad cotidiana una cotidiana extraordinariedad ofrecida al Padre. “Padre, todo por Ti. Padre, todo por la gloria de Tu Santo Nombre y todo por Tu Hijo, para hacer triunfar su amor y su paz, a fin de que la justicia reine en Cielo y en Tierra, en este tiempo, hoy”. Esta es nuestra oración, que hoy encomendamos a San José y a María Santísima, a fin de que la cotidianidad de los hijos de Dios adquiera más y más calor y color, para calentar esta humanidad árida y perdida con la llama del amor de Dios; y para donarle aquel color santo que aleja la oscuridad y el gris profundo de una vida llegada a ser, para muchos, insostenible, por otros insípida y sin finalidad.
Tomamos ejemplo de San José, esposo afectuoso y padre atento, infatigable trabajador, que con su trabajo ha sustentado a su familia, para que nada faltase a su esposa y a su Hijo Jesús. Y hoy, en la fiesta de todos los trabajadores, quiero dirigir una oración y una felicitación afectuosa y particular a todos aquellos que, hombres y mujeres, se desviven sin parar para sustentar a si mismos y a la propia familia y que trabajan para hacer este mundo mejor, haciendo fructificar la inteligencia, don del Padre, y todas las humanas capacidades y profesionalidades para hacer progresar esta sociedad.
A ese respecto digo que a nadie se le debe negar la oportunidad de trabajar, para poderse sustentar y sustentar a la propia familia, sin jamás tener que perder la dignidad, en el respeto del justo equilibrio entre dar y tener, aquel equilibrio que nunca debe perderse, ni por parte de los trabajadores ni por los responsables de empresa ni por los responsables institucionales, que por primeros en estos tiempos duro y difíciles no pueden y no deben sustraerse a las propias responsabilidades de hacer el trabajo equitativo y sostenible, con políticas que no aplasten los trabajadores y las empresas con el peso excesivo de la ineficiencia de la burocracia y con el cuesto de una tasación inicua y excesiva para muchos, de favor para pocos.
Muchos hoy se sienten con las manos atadas frente a todo esto, aprisionados por un sistema que corre el riesgo de implosionar primero para luego explosionar, en una distancia más y mas creciente entre quien está garantizado por el mismo sistema que se autoalimenta sin parar, en detrimento de quien, aunque queriendo respetar al prójimo y cada regla, está aplastado por el peso de la iniquidad del sistema.
Demasiados vínculos y demasiadas reglas que, insoportables para muchos, llegan a ser superables e interpretables en provecho de aquellos pocos que han hecho nuevamente esclavos a los muchos: los muchos pequeños, los muchos sencillos, los muchos llegados a ser últimos. Esta es la distancia inaceptable que se dilata más y más, en la hipocresía difusa que domina esta sociedad, que ha perdido el contacto con Dios, que ya no vive el ejemplo de Jesús, José y María.
Y aquellos que, siguiendo el ejemplo de Jesús, José y María, por primeros habrían tenido que mantener la barra recta sobre estos temas sociales, fundamento de una sana y civil convivencia entre las personas y las naciones, por primeros han abjurado de la verdadera fe, apostatando de las verdaderas y santas enseñanzas de Jesús: listos para criticar a los otros, pero jamás dispuestos a asumirse las propias responsabilidades frente a la ley de Dios y a la ley humana, por los muchos – ¡demasiados! – abusos y atropellos cometidos.
El Niño Jesús ha nuevamente bajado a la Tierra para ayudar a todos a volver a vivir una fe sencilla pero concreta, primordial pero verdadera, donde el “sí” es “sí” y el “no” es “no”. Esta es la enseñanza imperecedera de Jesús. Una fe con pocas reglas, al alcance de todos e igual para todos; una fe que llega a ser ejemplo en la sociedad civil, a fin de que todos puedan respetar lo que regola las relaciones entre las personas, sin iniquidad, sin vías preferenciales concedidas a pocos, en aquel espíritu de concordia entre pueblos que respeta los pilares fundamentales de la convivencia civil, independientemente de las distintas sensibilidades que cada uno pueda tener, en todo ámbito.
Este es el ejemplo que nos ha donado María Giuseppina, esta mujer extraordinaria que ha trabajado toda la vida para realizar el proyecto del Padre, que ahora se cumple y se cumplirá definitivamente, a fin de que la justicia divina triunfe, en Cielo y en Tierra, con la ayuda de todos los hijos de Dios y con la ayuda de todos los hombres y las mujeres de buena voluntad. Éste el trabajo más noble y más alto por el Cielo: trabajar en la Viña y por la Viña del Señor, para hacer triunfar Su Reino y su Justicia, como han hecho San José y María Santísima, sirviendo primero a Jesús, el cual luego se ha donado para renovar esta sociedad a fin de que todos viviesen en armonía y a fin de que todos viviesen – y vivan – el justo equilibrio, sirviendo primero a Dios, amando así a la familia y sustentándose cada uno con el propio trabajo.
En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.