Por la gracia conferidle por el Padre
María Corredentora todo puede

25 de marzo de 2021
Fiesta Solemne de la Anunciación del Señor
Meditación del Día

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Queridos hermanos y queridas hermanas, estamos aquí reunidos para vivir hoy la fiesta solemne de la Anunciación, para alegrarnos y comprender bien el significado profundo del anuncio del Arcángel Gabriel enviado por el Padre a María, aquel anuncio que ha llevado todos a comprender que Ella es la “llena de gracia” y, en cuanto tal, ha sido pre-escogida por el Padre para llegar a ser la Madre del Hombre-Dios Jesús.

Este anuncio ha sido seguramente sorprendente, tanto por la misma María, como por todos aquellos hombres de aquel tiempo y por los hombres de los tiempos futuros. Pero ahora, en estos tiempos últimos, todos estamos llamados a acoger la acción del Espíritu Santo y el plan de Amor y de Redención querido por el Padre, que en Jesús y en María encuentra cumplimiento, para todo comprender y todo vivir.

Para comprender hasta el fondo la voluntad del Todopoderoso, ante todo es necesario despojarse de los propios juicios y pre-juicios y acoger con docilidad la voluntad del Padre, como ha hecho y dicho María al Ángel Gabriel: “Heme aquí. Estoy aquí. Haz de mi lo que te agrada”.

La historia de María está caracterizada por la gracia que Dios le ha conferido, desde el inicio hasta el final. Dios ha elegido María antes de que el tiempo fuera, Dios conoce a María desde siempre, Dios estaba en relación con María ya antes de que Ella fuese creada. En el corazón y en la mente del Padre María ya era, por esto ha sido concebida Inmaculada. Concebida y generada en el Amor antes de que el tiempo fuese, para preservar a María del pecado original que ha entrado en el tiempo, entonces en el mundo, con la traición de Adán y de Eva. La gracia de Dios está en María desde siempre. He aquí porque el Arcángel Gabriel la saluda llamándola “llena de gracia”.

María no entiende bien todo esto, inicialmente, porque como mujer tiene que desarrollar el propio recorrido humano: debe crecer humanamente para tomar, en el tiempo, concienciación qué significa ser “la” llena de gracia, de qué significa ser la “bendita entre todas las mujeres”, como le habría dentro de poco anunciado santa Isabel. La misma gracia de Dios que ha permitido que la naturaleza de María permaneciera incorrupta, incluso después del parto. Por esto creemos por fe – dogma de fe – que María es “la siempre Virgen”.

Todo esto representa solo el inicio de la historia de María. Y quien no se abandona a la acción del Espíritu Santo ya aquí, en este inicio, se para. Muchos, en su corazón, piensan: ¿Cómo se puede creer que María haya podido concebir y generar sin unirse a algún hombre? Y otra vez: ¿Cómo se puede creer que María haya podido generar al Hombre-Dios Jesús permaneciendo incorrupta, entonces siempre virgen, incluso después del parto?

El hombre siempre intenta indagar las realidades de Dios. Pero si primero no se abandona a la acción del Espíritu, siempre permanecerá en la propia humana limitación y no comprendiendo y no aceptando, no sólo se parará, sino que correrá el riesgo de traicionar tanto a María, la Obra más bella de Dios, como a Dios mismo, su Persona, que en Hijo unigénito es.

Éste nos enseña la historia. Nadie puede medir las cosas de Dios con el metro de juicio humano. Es necesario dejarse guiar por el Espíritu divino para conocer la Verdad entera. Y el Espíritu Divino habita en María, que es Templo, Tabernáculo del Espíritu Santo, y Sede de toda Sapiencia. María es Madre de Dios porque así ha querido el Padre que, diversamente, habría podido enviar al Hijo del Cielo, ya preparado. Pero el Amor infinito del Padre ha querido que María, de Sierva – precisamente porque María se ha hecho primero sierva – llegara a ser primero Su Esposa y luego Su Madre, queriendo donar al Hijo unigénito “la” Madre, a fin de que el Hijo, a su vez, la donara a la humanidad entera, para que todos puedan vivir María como “la” Madre Universal.

En María todo es gracia. Una gracia infinita que no tiene final, que inicia antes del tiempo para conducir, al final de los tiempos, a los hijos de Dios a la victoria. María misma, por medio del evangelista Lucas, en el magníficat, nos dice que “obras grandes” ha hecho por Ella el Todopoderoso. En el Libro del Génesis, al capitulo 3 versículo 15, en el dicho “protoevangelio”, está escrito que María, por voluntad del Padre, es aquella que aplastará con el propio talón la cabeza de la serpiente antigua, conduciendo su estirpe a la victoria. Si entonces María tendrá que vencer al maligno, aplastando su cabeza, y conducir, junto al Hijo, a sus hijos a la victoria es porque el Padre, por gracia, ha conferido a María el poder de salvar, en el Hijo, con el Hijo y por el Hijo.

Todo tiene su lógica. Sólo quien está cerrado a la acción del Espíritu Santo o, peor, sólo quien está animado por otro espíritu, contrario a Cristo y a María, puede desviar los hijos de Dios de la comprensión de María, enseñando que María no es la Corredentora, afirmando que María no ha nacido santa, afirmando que María bajo la Cruz se habría sentido traicionada por el Padre, haciendo aparecer a María sólo como una simple discípula de Jesús. Satanás y sus seguidores están bien conscientes de que su derrota ocurrirá por obra de María, así como está escrito y revelado incluso en el Libro del Apocalipsis. Quien niega que María es Corredentora, engaña a los hijos de Dios y el Espíritu Santo no reside en él. Juan Pablo I, antes de su misteriosa desaparición, ha tenido tiempo para decir públicamente que “Dios es Madre”, abriendo así los corazones a la comprensión de María. Juan Pablo II, el pontífice que ha hecho de la consagración a María el fundamento de su pontificado, incluso dedicando a María su lema: “totus tuus” (“todo tuyo”, todo por Ti María) ha públicamente exclamado que María es “Corredentora de la humanidad”. Lo ha hecho siempre en una audiencia general del miércoles, el 8 de septiembre de 1982, fiesta de la Natividad de María. En su discurso dirigido a los grupos de peregrinos italianos sentenció que “María, aunque concebida y nacida sin mancha, participó de una manera maravillosa en el sufrimiento del Hijo, para ser Corredentora de la humanidad”. Juan Pablo II ha sido claro, así como había sido Juan Pablo I.

Quien hoy insiste públicamente en enseñar – y no perdiendo oportunidad por enseñar – que María no es Corredentora manifiesta su real sentimiento, que es resentimiento, hacia María.

Jesús a María Giuseppina Norcia ha revelado una oración, que nos hace comprender cómo María todo puede y que, en los últimos tiempos, Jesús y María reinarán juntos, Rey y Reina, Redentor y Corredentora. Esta oración revelada por Jesús nos enseña a alabar y agradecer a María así: “Nosotros Te agradecemos, María, por habernos donado Tu Hijo Jesús. Nosotros Te alabamos, María, por habernos acogido como Tus hijos. Nosotros te bendecimos, María, por todo el Amor que nutres por nosotros; y a Tus pies pedimos perdón por todos los pecados del mundo; a Tus pies rogamos para que se terminen las guerras y las injusticias; a Tus pies gritamos fuerte: Manda, María, Tu Jesús a reinar junto a Ti entre nosotros”.

Esta humanidad se salvará gracias a la acción conjunta de Jesús y de María. La Madre unida al Hijo y el Hijo unido a la Madre, ya desde cuando Madre e Hijo estaban sólo en el pensamiento del Padre. El Padre les ha unido ya en su mente y en su corazón. Y nadie podrá dividirlos. Ay del hombre que se atreve dividir lo que Dios Padre Todopoderoso ha unido. Ay del hombre que descarta a María. Esta – no otras – es la verdadera cultura del descarte qua jamás el Padre permitirá.

Nosotros hoy nos alegramos y festejamos. Y agradecemos a Dios Padre Todopoderoso por haber enviado el Arcángel Gabriel a anunciarnos que María en virtud de la gracia conferidle por el Padre todo ha podido y todo puede. Rogad a María. Amad a María con todas vuestras fuerzas: amadla con toda vuestra mente, amadla con toda vuestra alma, amadla con todo vuestro corazón y amadla con todo vuestro espíritu, para vivir la comunión perfecta de corazón, alma y espíritu con Jesús, Pan vivo bajado del Cielo.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.