La Vida es el Don santo del Padre.
Ay del hombre que ahoga la libertad de los hijos de Dios

2 de julio 2017

La Iglesia Cristiana Universal de la Nueva Jerusalén, a consecuencia de la sentencia de muerte del recién nacido, Charlie Gard, hospitalizado en un hospital de Londres, manifiesta oficialmente su desconcierto por esta decisión y renueva la propia dolorida apelación en defensa de la Sacralidad de la Vida.

La Vida es un don. La Vida es el don más precioso que Dios, Padre Omnipotente, ha donado a la humanidad. Esta Iglesia ya se ha expresado con fuerza a fin de que se respetara el don de la vida (cf. El don y el respeto por la Vida). Ningún hombre, ninguna ley humana, puede autorizar a nadie a interrumpir o decidir apagar la flama de la vida, propia o de otros. Esta es una prerrogativa que pertenece sólo y únicamente a Dios Padre Omnipotente, Aquel que ha creado todas las cosas. A ningún ser humano se concede decidir cuándo un propio hermano o una propia hermana debe vivir o morir.

En este mundo, en esta humanidad, todo lo que no habría debido ser negociable ha sido malvendido. Todo ha llegado a ser relativo, insignificante. Y todo se vive de manera egoistica e individual. Ya no se conoce el significado de los conceptos fundamentales que están en la base de la convivencia civil, antes siquiera de aquella cristiana: “respeto”; “afecto”; “rectitud”. Incluso el “sentido común” ha fallecido. Ya no hay fraternidad sino individualidad. Todos intentan sólo y únicamente prevalecer sobre los otros, por intereses personales, egoisticos, con la sola finalidad de controlar todo y todos.

E incluso los responsables de las Instituciones, civiles e dichas religiosas, que por primeros deberían hacer escuchar la propia voz en defensa de los últimos, de los más débiles, de quien no tiene voz, permanecen en la mayoría de los casos en un silencio ensordecedor, ignorando los alaridos de dolor de muchos inocentes o permaneciendo indiferentes al dolor, como en el caso de Charlie Gard, al cual ha sido quitada incluso la libertad de esperar.

Este mundo está profundamente enfermo. Pero lo que está enfermo se hace aparecer como “normal”. Éste es el desafío que esta Iglesia, en este día, quiere lanzar al mundo: volcar todo lo que ahora se vive como “normalidad” pero que en la realidad es totalmente opuesto al Pensamiento original del Padre, en los temas fundamentales que reglan la convivencia civil y social, conceptos de gran actualidad como los de: “unión”; “familia”; “sacralidad de la vida”; “santidad”; “espiritualidad”.

Lo que debe ser comprendido bien es el “respeto de la libertad recíproca”, que nunca, en ningún caso debe fallecer, comprendiendo el verdadero significado de libertad donada al mundo por Dios Padre: alejar todo lo que hace morir el corazón para poder vivir lo que en realidad hace volar el espíritu. Sólo de esta manera se pueden alejar todas las formas de esclavitud que este mundo impone. Cuando se cree ser libres, aquel es el momento en el cual se es presa y rehén de alguien más. Lo que hace libres es sólo y únicamente la Verdad. No una verdad relativa sino “La Verdad”, absoluta, que se ha manifestado, se manifiesta y se manifestará al sólo y únicamente en el Hombre-Dios, Cristo, y en Sus enseñanzas.

Esta Iglesia invita todos a tener y estar animados por los mismos sentimientos que Cristo Jesús, como escribió San Pablo (Flp 2,5), para que cada hijo de Dios y cada hombre y mujer animado por la buena voluntad puedan respetar primariamente la Ley del Padre, que por amor de Sus hijos les ha donado el bien más precioso, la Vida; y que por inmenso e infinito amor, ha donado, ofrecido la Vida del Hijo a fin de que todos aquellos que en Él se reconocen puedan vencer la muerte para vivir la eternidad.