María Giuseppina Norcia

La Iglesia Cristiana Universal de la Nueva Jerusalén hunde sus raíces en María Giuseppa Norcia, la mujer elegida por Dios por el cumplimiento de salvación querido por el Padre para la humanidad. Ella nace el 21 de enero de 1940 en un pequeño país del Valle de Comino, en el centro de Italia. Concebida antes que el tiempo fuese, Dios La conoce desde siempre, siendo Ella ya presente en el Pensamiento del Padre (cf. Ro 8, 28-30).

El 13 de junio de 1947, en la Tierra de Amor, el Niño Jesús se manifiesta a la joven Mozuela, bajando del Cielo, dando así comienzo a un gran Misterio, imperscrutable e inaccesible: el Misterio de la salvación para la humanidad entera, que a través de la Mozuela elegida por el Padre se manifestará en el curso de los año.

 

 

El 15 de mayo de 1974, Ella acoge la voluntad del Padre, que Le se manifiesta en un momento de gran prueba y sufrimiento. Es éste el día de las Bodas con el Cielo. Le aparecen Jesús, la Virgen María y San Miguel Arcángel, que Le hablan largamente. La Mozuela de Dios, pronunciando Su “sí”, casa la voluntad del Padre, que en el Hijo Le preanuncia la Misión salvadora para la humanidad que Ella deberá cumplir.

Cuatro días después, Jesús le aparece nuevamente, junto a la Virgen María y a una Santa, llamada Mesia (santa Mártir vivida al tiempo de la persecución de los primeros cristianos) y La cura de una enfermedad mortal de la cual la Mujer de Dios sufría.

En 1975, por voluntad del Padre, se erige la “Pequeña Cuna del Niño Jesús”. De la “Pequeña Cuna” dirá Jesús en una revelación de junio de 1994 hecha pública: “Esta Cuna será Mi Tabernáculo” (Revelación de Jesús a María G. Norcia, 19/06/1994), preanunciando el significado profundo del Lugar elegido por el Padre.

María crece animada por una viva y profunda fe religiosa en Cristo y en la doctrina cristiana auténtica. Desde niña Ella se dedica mucho a la oración y al amor hacia el prójimo. En Su Corazón están vivas las enseñanzas cristianas auténticas, que pone en práctica y que, con humildad y viva caridad, exhorta a hacer practicar a todos aquellos que desde el 1975 hasta el 2008 La conocerán y La encontrarán a la “Pequeña Cuna”.

En los años 80 Mons. E Cardarelli, ministro de la diócesis de Sora de la Iglesia Católica romana, recibe el encargo de seguir el camino espiritual de la Mozuela de Dios. Él, reconociendo la veracidad de las revelaciones y la autenticidad de la experiencia mística de la Mujer de Dios, decidió escribir, con la aprobación de su obispo Mons. Minchiatti, el cuento escrupuloso de los acontecimientos. Él escribe su cuento en un opúsculo titulado “Una Cuna para el Niño Jesús en la Tierra de Gallinaro”.

En su cuento, Mons. E. Cardarelli escribe:

El Señor ha insistido mucho en la construcción de una pequeña iglesia en el lugar, por Él tan grato, de su primera aparición en Gallinaro, que sirviera como “Cuna para Él”, queriendo desde allí donar repartir a las almas tesoros celestiales«.

Con referencia a María G. Norcia afirma que:

“La confianza en la misión de Giuseppina es debida a los frutos espirituales que se derivan, así como a la afluencia persistente y creciente de los que se dirigen a la «mística cuna» de Gallinaro, de dónde el Niño Jesús infunde confianza, alivia dolores, irradia luz, devuelve fe, paz, amor y conduce a una profunda y estable conversión”.

Finalmente concluye escribiendo lo que ahora aparece como una profecía:

Sin duda habrá siempre quien, teniendo poca fe, pondrá en duda aquella cuna; o quien compadecerá aquella que ha recibido el celestial cargo de hacerla brillar a los ojos de las criaturas humanas, tintineantes en la oscuridad de la iniquidad, necesitadas de señales extraordinarias de divina misericordia para poder salir. Pero dichos burladores no piensan que su racionalista seguridad se rompe frente al testimonio del Espíritu Santo que o sea “el hombre hasta que piense que la razón humana pueda ser el metro de todas las cosas, no podrá comprender jamás la realidad espiritual” (1Co 2, 12-16). Ellos son sentenciadores falaces y de no seguir. Los dones espirituales o carismas, especialmente si se manifiestan en personas temerosas de Dios, no deben perjudicialmente ni precipitadamente ser desconocidas por sistema, lo cual equivaldría a una apriorística y herética negación de las mociones del Espíritu Santo en la Iglesia«.

(Mons. E. Cardarelli, Una Cuna para el Niño Jesús en la Tierra de Gallinaro)

A lo largo de los treinta y tres años de vida pública de María G. Norcia, miles han sido las conversiones de las personas a la fe cristiana y numerosos han sido los casos de curación, espiritual y corporal que la Mujer de Dios ha podido documentar.

 

 

A pesar de la inicial bendición de Su misión por parte de Mons. Cardarelli (que solía celebrar la Santa Misa a la “Pequeña Cuna”) y de su obispo; a pesar de los inequivocables frutos espirituales y corporales procedidos por la Obra de Dios, la actitud de la iglesia romana pronto mutó y llegó a ser creciente hostilidad. Después de la muerte de Mons. Cardarelli y del obispo Minchiatti la Mujer de Dios empezó a recibir crecientes y continuas vejaciones y humillaciones por parte de ministros y obispos de la iglesia romana. Le fue más veces pedido que negara la naturaleza espiritual de las revelaciones recibidas y que removiera lo que, mientras tanto, otros obispos habían bendecido. La Mujer de Dios, aunque fuertemente probada en el corazón, permaneció fiel a Dios y a la misión a Ella encomendada.

En la Epifanía del Señor de 2000, María a la “Pequeña Cuna” acoge Samuele, que Dios Le había preanunciado por el cumplimiento de Su voluntad. Samuele desde aquel día en adelante se dedica a la misión empezada por María G. Norcia, bajo cuya guía espiritual actúa en obediencia incondicionada. El 4 de agosto del año dos mil dos Samuele se une en matrimonio con Anna, la hija de María G. Norcia.

En aquellos años el número de fieles que llegan a la Nueva Jerusalén crece exponencialmente en el número y en la fe. Cientos de miles son los cristianos que cada año llegan a la “Pequeña Cuna” de diferentes regiones del mundo para vivir la espiritualidad auténtica que brota del Corazón de la Nueva Jerusalén. Muchos han tenido la oportunidad de constatar la viva presencia de Dios en la “Pequeña Cuna”.

María G. Norcia transcurre los últimos años de Su vida terrenal en total unión espiritual con Samuele y Anna, que La acogen en su morada. En aquel tiempo el Misterio de la Nueva Jerusalén toma cada vez más consistencia y vida. María, antes del pasaje final de Su misión terrenal, encomienda a Samuele el deber de hacer consistir en el corazón de los cristianos el cumplimiento de la Nueva Jerusalén.

El 5 de julio de 2008 María G. Norcia regresa a la Casa del Padre. Por la enésima y final vez Ella renueva Su fiel e incondicionado “sí” a la voluntad del Padre, que La llama a Sí después de treinta y tres años pasados en oración y en el servicio auténtico de aquellos que el Espíritu de Dios ha hecho llegar a la “Tierra de Amor” que Dios Padre Omnipotente ha querido denominar “La Nueva Jerusalén”.