ACTO DE MAGISTERIO
La verdadera Comunión
con el Pan vivo bajado del Cielo
(Borrador)
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Alabamos a Jesús, Pan vivo bajado del Cielo (Jn 6,51), el Rey de los reyes y Señor de los señores (Ap 17,4), bajado sobre la tierra (Hch 1,11) para confirmar los hijos en su fe y encerrar todos en su Corazón.
El Espíritu Santo, bajado en la Nueva Jerusalén (Ap 21,2) para habitar allí eternamente (Jn 14,16), compenetre hoy el corazón de cada hijo, para donar la Esencia de la divinidad, la Sustancia de su Amor y la infinita benevolencia del Padre, para que se purifiquen los corazones, el alma y el espíritu de los hijos de Dios, para volar libres en el Cielo de Dios bajado sobre la Tierra; para creer y vivir en la obediencia amorosa a Dios, Padre Todopoderoso, Aquel que hace libres a los corazones (Jn 8,32) listos para abandonarse a la Acción del Espíritu, que sopla para hacer que se advierta el nuevo anhelito de Vida (Jn 3,5) que inunda el alma con su infinito Amor.
En el momento en el cual está la unión viva y santa de Espíritu y espíritu, Corazón con corazón, Alma con alma (Jn 14,20; 15,4), se vive la comunión con Jesús y llegamos a ser uno, como Uno es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo (Jn 17,21-22).
«Hijos de Dios, dejaos visitar cotidianamente por el Espíritu Santo que es Amor (Revelación de Jesús a María Giuseppina Norcia, “El Espíritu Santo”, 13/09/1984), aquel Amor puro que ata el Padre y el Hijo, el Hijo y el Padre (Jn 10,30), en aquel eterno Alimento Santo que reconforta el corazón, el alma y el espíritu: el Espíritu Santo que es Vida».
«Hijos de Dios, dejéis que la Vida penetre en vosotros (Jn 6,27) a fin de que por medio de vosotros podáis transmitirLa para hacerLa amar, vivir, comprender».
He aquí el significado profundo de estar enjertados en el Vástago que dona la Vida (Is 4,2): Vástago Santo (Jer 23,5-6; Zc 3,8; 6,12) cuyas raíces están injertadas en el Árbol Lleno que es Vida (Ap 22,2.14), que es Padre, Hijo y Espíritu Santo.
He aquí el verdadero Pan, el verdadero Alimento (Jn 6,35), del cual tomar y nutrirse, comer y saciarse; y ya no tener hambre, porque sacios de su Eterno Amor (Jn 17,26).
La Palabra de Jesús (Jn 1,14) es Espíritu y Vida (Jn 6,63); la carne, de hecho, para nada aprovecha (Rm 8,6). He aquí que así, en estos tiempos últimos, todo se reconduce a lo que es Espíritu que dona la Vida (1Cor 15,45). He aquí la inmensidad de nuestro Dios (Sal 8,10; 85,10) que dona su Esencia y su Sustancia a todos sus hijos y a todos los hombres y mujeres animados por la buena voluntad.
Éste el mundo no entiende (Jn 3,6). No puede estar Amor en las religiones que han permanecido ancladas al “ojo por ojo y diente por diente” (Mt 5,38); no puede estar Amor en aquellas filosofías religiosas que colocan en el centro la muerte (Mt 22,32); nunca puede estar Amor en aquellos que se unen para hacer la guerra en el Nombre de Dios (Jn 3,16).
El Pan de la Vida (Jn 6,48) dona gracia y santidad. El Pan de la Vida dona Paz y Misericordia. El Pan de la Vida nutre y no mata; ama, no aleja; hace crecer para hacer que todos puedan comprender el Cielo, que en la Nueva Jerusalén se entreabre (Ap 21,3) para acoger quien está anhelante por tomar, saborear y nutrirse del Pan vivo bajado del Cielo, haciendo cada día la Voluntad del Señor (Jn 4,34; 6,38), como nos enseña María; “Haz de Mi lo que Te agrade” (Lc 1,38a).
Animados por estos sentimientos y fuertes de esta concienciación, los hijos quieren vivir cada día para hacer la voluntad del Señor (Mt 7,1) y vivir así la Comunión de corazón, alma y espíritu con el Pan vivo bajado del Cielo, que hace nuevos cristianos, puros y santos, fuertes y sustanciales, listos para combatir cada día la buena batalla (1Tm 6,12) y vencer todo enemigo y todo mal, huir de toda tentación de pecado (1Cor 10,13) y volar, para luego llevar a todos la nueva fe, renovada y purificada en el Amor de Cristo y de María, a la gloria de Dios Padre Todopoderoso (Ap 7,12).
Es frente a la ausencia de pecado (Rm 8,2) que está aquella unión indivisible entre el Creador y sus criaturas que, por medio de la acción del Hijo de Dios, de su Espíritu, llegan a ser hijos (Jn 1,12), por medio de la promesa viva de permanecer fieles – ahora y siempre – a la Voluntad del Padre (Mt 12,50), a la Santidad del Hijo (Ap 15,4) y al Amor del Espíritu Santo (Rm 5,5) para rendir honras y gloria (Lc 1,48) a la Llena de Gracia (Lc 1,28), Aquella que, dejándose llenar del Espíritu Santo, ha llegado a ser Arca de la Alianza, Fuente del infinito Amor, Tabernáculo del Hijo de Dios.
María es el Aglutinante y la Conjunción (Decreto Pontificio “En María, con María y por María, 22/12/2019) entre las criaturas (hijos) y el Creador (Hijo), para llegar a ser una única grande Morada (Ap 12,1) para cada hijo que pide con corazón sincero: “Padre, purifica mi corazón, dame un corazón nuevo, para que yo pueda vivir en Ti y Tú en mí; hágase Tu Voluntad” (Revelación de Jesús a María Giuseppina Norcia, “El Tabernáculo de Jesús”, 19/06/1994). En aquel momento Jesús, como Hijo del Dios Viviente, sella esta petición, hecha con el corazón, para devolver a los hijos una nueva Vida: ser renovados en lo profundo y victoriosos sobre el Mal (Gn 3,15; Ap 12,10).
He aquí que María exclama: “En mí obró grandezas el Poderoso” (Lc 1,49). Hoy todavía resuenan sus palabras. Hoy todavía el Espíritu Trinitario de María manifiesta al mundo la esencia de la Docilidad, del Amor incondicional, de la Voluntad viva (Mt 6,10) de pertenencia total al Dios Uno y Trino, a fin de que todos puedan contemplar y reconocer el verdadero Rostro de Dios (Revelación de Jesús a María Giuseppina Norcia, “El verdadero Rostro de Jesús”, 18/06/1985; Sal 26,8, 79,4; Jn 12,45), Aquel que es (Ex 3,14a), Aquel que en la Nueva Jerusalén es (Ap 1,8) para hacer ser (Jn 6,33), para hacer vivir a todos la verdadera Comunión con Aquel que dona la Vida por la eternidad (Jn 6,47; Ap 21,6). En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
2 de junio de 2024
Fiesta Solemne
del Corpus Christi
El Pontífice
Samuele
